26 de julio de 2008

Rincones de Buenos Aires

Caminar kilometros y kilometros por esta ciudad infinita ha valido mucho la pena. Hemos aprovechado para hacer un poco de turismo del de toda la vida ahora que todavía no nos hemos vuelta nómadas y la tía Alicia & family nos ha albergado en su casa (eso si que no tiene precio).


Superada la desorientación inicial, y aprovechando los buenos días que hemos pillado, con sol y mucho calor sobretodo los primeros días (casi 30º en pleno invierno), hemos ido destriando de la gran masa muchos rincones por donde da gusto pasear.

Los primeros días estuvimos recorriendo el centro de la ciudad: hay que ver la Casa Rosada, la Plaza de Mayo, el Obelisco en la avenida 9 de Julio (de seis carriles cada mano, es la más amplia del mundo), El Caminito, en el barrio de la Boca (dos calles turísticas en medio en un barrio pobre y al lado de un río pestilente, pero eh, con su encanto), la carre Corrientes con todos sus teatros y casas de compra y venta de libros usados (que vicio es revolverlos)... Hablando de teatros, desgraciadamente, el teatro Colón, un edificio impresionante que siempre ha sido escenario de grandes obras, va a estar cerrado por remodelación durante como dos años, así que nos quedamos sin poder visitarlo... quizás a la vuelta.




Palermo

El Caminito (La Boca) / Puerto Madero

También dimos un paseo por el barrio de San Telmo, de callecitas estrechas y puestitos entrañables; Puerto Madero y la reserva ecològica de Costanera Sur, que se extiende al lado del Río de la Plata, y por lo visto se formó por el movimiento de los lodos del lecho del río. Después del paseo, en la costanera, nos comimos un choripan con todo (chimichurri, salsa criolla, ensalada...) en uno de los puestitos con parrilla, muy concurridos por oficinistas y obreros, eso sí, hay que luchar para hacerse ver y que lo atiendan a uno, es parte del ritual.

Reserva ecológica de la Costanera Sur

En la plaza Francia cada día los artesanos abren sus puestitos, uno al lado del otro, creando una especie de laberinto de color con callejones que se pueden recorrer y en los que se encuentran miles de detalles curiosos en cuero, madera, cristal, hilo...

Otro paseo muy lindo que hicimos (y que hemos querido repetir antes de irnos) fue por los bosques de Palermo, un parque enorme con laguitos artificiales y arboles centenarios derramados más que plantados sobre el suelo, que cubren la tierra con los nudos de sus raíces. Allí mismo está el planetario y justo enganchamos un día en que se presentaba un espectáculo gratuïto (como nos gusta lo gratis) de las constelaciones de Buenos Aires. Al lado también está el jardín japonés, en memoria de unos de los primeros inmigrantes japoneses de Buenos Aires, todo muy cuco, para un apacibe día de sol.

Y definitivamente, una de las jornadas que disfrutamos más fue la que dedicamos a recorrer el Tigre. Estuvimos en el Puerto de Frutos, que a parte de puerto es también un mercado de artesanía, sobretodo de muebles. Esto está muy cerca del delta del Paraná que crea pequeñas islitas separadas por canales que están habitadas. Para comunicarlas entre ellas y con el puerto hay unas lanchas colectivas, que permiten pasar de una zona a la otra. No parece parte del mismo Buenos Aires.



Tres Bocas, en Tigre (Delta del Paraná)

Recorrer no hemos podido recorrer más, pero no nos vamos sin haber probado algunas de las delicias de la gastronomía argentina... En kioskos y panaderías, esos prostíbulos del paladar, se abre un extenso abanico de dulces y facturas (pastas), de chocolate, membrillo, dulce de batata, crema, DULCE DE LECHE (dulce por excelencia que desbanca por completo al chocolate en el ranquing de los más comidos y deseados en argentina, y eso no lo decimos a la babalá, una prueba feaciente es que McDonald's aquí ha descartado su helado de chocolate en favor del de dulce de leche)... Para aficionados al azúcar en todas sus modalidades, como somos nosotros, esto es lo más parecido a la perdición, está claro que eso va a ser una de las cosas que más extrañaremos en España a la vuelta... Pero eh! Que los dulces no empañen el nombre de las empanadas, las pastas caseras, las pizzas y el famoso asado (con carne y apetitosas visceras).

Y bueno, con los pies cansados y el paladar contento, salimos para Villa Carlos Paz dentro de dos días, donde pasaremos un mes más preparando cosillas y entrenando un poco antes de emprender el viaje en bici.

Malos aires, buena onda

Hace ya dos semanas que llegamos a Buenos Aires. En quince días hemos conseguido todo lo que queríamos comprar en la capital para el viaje (alforjas, bolsa de dormir..) y hemos aprovechado para hacer turismo. Ser guiri en Buenos Aires es sustancialmente diferente que serlo en cualquier ciudad de Europa, aquí uno se lo piensa dos veces antes de sacar una foto depende en que lugares y, en general, con un mapa o una camara en las manos se canta como una almeja. Así pues, en la mayoria de las ocasiones, hemos optado por esconder nuestros cachibaches de turista y camuflarnos entre el gentío, en el bullicio incesante de Buenos Aires capital.

La primera impresión tiende bastante al caos. Calles amplisimas a rebosar de coches (muchos medio destartalados), colectivos (buses), taxis, bicicletas y viandantes, que nos lanzamos a cruzar las calles sabiendo que el semaforo en blanco (cuando lo hay) no es ninguna garantía de llegar a la otra acera sin percance. De todo este movimento, a parte de cantidad de accidentes, lo que se desprende es una nube negruzca que cubre casi siempre "Buenos Aires", y que está formada por lo que sale de millones de tubos de escape, muchos fabricados, seguro, hace más de 20 años. Pero uno le va pillando el tranquillo al ritmo porteño...

Hay que decir, también, que llegamos al país justo en un momento bastante revuleto. El primer día que salimos a visitar el centro de la ciudad, en la Plaza de Mayo nos encotramos, de repente, en medio de una de las muchas manifestaciones que se han levantado a raiz del conflicto entre el gobierno Kirchner y el campo, que viene afectando al país desde marzo de este año. Después de meses de lucha política, con varios paros y piquetes que incluso llegaron a dejar el país desabastecido, la semana pasada se votaba en el senado la aprovación de la resolución del gobierno, que acabó favoreciendo a los agricultores. En fin, cantidad de ciudadanos se añadieron a las manifestaciones de los dos bandos y si, el clima estaba caldeado.

La immensidad de Buenos Aires (200km cuadrados de superficie, casi 10 millones de habitantes) nos ha ofrecido gran variedad de rincones para visitar y también nos ha mostrado sus diferetes caras. Desde el aire, la ciudad se percibe como una cuadrícula que se extiende en su casi perfecta simetría hasta el horiznte. Con los pies en el suelo y la vista al frente es como uno puede empezar a identificar las asimetrías, que son lo que realmente la caracteriza. Barrios enteros de chabolas, las villas, crecen al lado de los grandes edificios de cristal, y al volver una esquina se puede pasar perfectamente de la suntuosidad de la ciudad de negocios a una calle sileciosa, con la pintura de las fachadas desprendida, el pavimento levantado y las aceras rotas, por donde caminan personas arrastrando un peso que casi casi se puede ver.

Por su proximidad con la oficina donde Tomás tenía que hacer unos trámites, pasamos varias veces por delante de la facultad de ingeniería de la UBA (Universidad de Buenos Aires). Un edificio imponente, al más puro estilo "templo del saber", rodeada su fachada por columnas que recuerdan a las del Panteón romano. Pero amigo, cuando uno se acerca, se encuentra que todo su perímetro está vallado y con carteles que avisan del "peligro de derrumbamiento del revestimiento del edificio". Se puede considearar este edificio una alegoría de la ciudad de Buenos Aires? Una gran ciudad, grande no solo en tamaño, sinó que también es un importante centro cultural y de negocios, con un ingente movimiento social, pero que ofrece una imagen descuidada. Se nota que no se invierte en ella todos los recursos que merecería. Da la sensación que la dejadez también erosiona poco a poco su fachada, y a caso también su interior.

Con todo, y esto está dicho con envidia, se siente entre los argentinos mucha energía para avanzar, una actitud despierta y un sutil compañerismo que da a las relaciones cotidianas un tono peculiar. Llama la atención, por citar una situación que estamos viviendo a diario, que en el tren, cuando un medigo pide, la gente lo escucha y a veces, si es la ocasión, hace su aporte; cuando un músico ambulante acaba de tocar, las personas le aplauden y a veces, si se tienen unas monedas, estas acaban cayendo en su sombrero, y cuando los vendedores de mil cosas ofrecen sus productos en los vagones, los pasajeros las examinan y, si les interesan, las compran. Y todo esto transcurre sin hostilidad alguna, a pesar de que la inflación aprieta cada vez más el bolsillo de los argentinos (quizás precisamente esa sea la razón). Cualquier agentino diría que no, que esto es solo una impresión, que en realidad cada uno va a la suyo, pero eh, si la impresión está, será por algo.
Avenida 9 de Julio