26 de julio de 2008

Malos aires, buena onda

Hace ya dos semanas que llegamos a Buenos Aires. En quince días hemos conseguido todo lo que queríamos comprar en la capital para el viaje (alforjas, bolsa de dormir..) y hemos aprovechado para hacer turismo. Ser guiri en Buenos Aires es sustancialmente diferente que serlo en cualquier ciudad de Europa, aquí uno se lo piensa dos veces antes de sacar una foto depende en que lugares y, en general, con un mapa o una camara en las manos se canta como una almeja. Así pues, en la mayoria de las ocasiones, hemos optado por esconder nuestros cachibaches de turista y camuflarnos entre el gentío, en el bullicio incesante de Buenos Aires capital.

La primera impresión tiende bastante al caos. Calles amplisimas a rebosar de coches (muchos medio destartalados), colectivos (buses), taxis, bicicletas y viandantes, que nos lanzamos a cruzar las calles sabiendo que el semaforo en blanco (cuando lo hay) no es ninguna garantía de llegar a la otra acera sin percance. De todo este movimento, a parte de cantidad de accidentes, lo que se desprende es una nube negruzca que cubre casi siempre "Buenos Aires", y que está formada por lo que sale de millones de tubos de escape, muchos fabricados, seguro, hace más de 20 años. Pero uno le va pillando el tranquillo al ritmo porteño...

Hay que decir, también, que llegamos al país justo en un momento bastante revuleto. El primer día que salimos a visitar el centro de la ciudad, en la Plaza de Mayo nos encotramos, de repente, en medio de una de las muchas manifestaciones que se han levantado a raiz del conflicto entre el gobierno Kirchner y el campo, que viene afectando al país desde marzo de este año. Después de meses de lucha política, con varios paros y piquetes que incluso llegaron a dejar el país desabastecido, la semana pasada se votaba en el senado la aprovación de la resolución del gobierno, que acabó favoreciendo a los agricultores. En fin, cantidad de ciudadanos se añadieron a las manifestaciones de los dos bandos y si, el clima estaba caldeado.

La immensidad de Buenos Aires (200km cuadrados de superficie, casi 10 millones de habitantes) nos ha ofrecido gran variedad de rincones para visitar y también nos ha mostrado sus diferetes caras. Desde el aire, la ciudad se percibe como una cuadrícula que se extiende en su casi perfecta simetría hasta el horiznte. Con los pies en el suelo y la vista al frente es como uno puede empezar a identificar las asimetrías, que son lo que realmente la caracteriza. Barrios enteros de chabolas, las villas, crecen al lado de los grandes edificios de cristal, y al volver una esquina se puede pasar perfectamente de la suntuosidad de la ciudad de negocios a una calle sileciosa, con la pintura de las fachadas desprendida, el pavimento levantado y las aceras rotas, por donde caminan personas arrastrando un peso que casi casi se puede ver.

Por su proximidad con la oficina donde Tomás tenía que hacer unos trámites, pasamos varias veces por delante de la facultad de ingeniería de la UBA (Universidad de Buenos Aires). Un edificio imponente, al más puro estilo "templo del saber", rodeada su fachada por columnas que recuerdan a las del Panteón romano. Pero amigo, cuando uno se acerca, se encuentra que todo su perímetro está vallado y con carteles que avisan del "peligro de derrumbamiento del revestimiento del edificio". Se puede considearar este edificio una alegoría de la ciudad de Buenos Aires? Una gran ciudad, grande no solo en tamaño, sinó que también es un importante centro cultural y de negocios, con un ingente movimiento social, pero que ofrece una imagen descuidada. Se nota que no se invierte en ella todos los recursos que merecería. Da la sensación que la dejadez también erosiona poco a poco su fachada, y a caso también su interior.

Con todo, y esto está dicho con envidia, se siente entre los argentinos mucha energía para avanzar, una actitud despierta y un sutil compañerismo que da a las relaciones cotidianas un tono peculiar. Llama la atención, por citar una situación que estamos viviendo a diario, que en el tren, cuando un medigo pide, la gente lo escucha y a veces, si es la ocasión, hace su aporte; cuando un músico ambulante acaba de tocar, las personas le aplauden y a veces, si se tienen unas monedas, estas acaban cayendo en su sombrero, y cuando los vendedores de mil cosas ofrecen sus productos en los vagones, los pasajeros las examinan y, si les interesan, las compran. Y todo esto transcurre sin hostilidad alguna, a pesar de que la inflación aprieta cada vez más el bolsillo de los argentinos (quizás precisamente esa sea la razón). Cualquier agentino diría que no, que esto es solo una impresión, que en realidad cada uno va a la suyo, pero eh, si la impresión está, será por algo.
Avenida 9 de Julio

2 comentarios:

Moody dijo...

Uoooooooooooooooo! Primera narració des d'Argentina... espectacular! Sona tan diferent... especial! Jo només demanaría alguna fotito! :P Sé que no és bo semblar turiste... però després d'aquestes descripcions, una fotooo, seria fantàstic!!!
Muakkkk!

Anónimo dijo...

me han hecho caminar por Buenos Aires leyendolos ..y eso que la he caminado bastante....keep going...buenas fotos...me disfruto el estilo de la pluma catalana...hermosa experiencia...sigan disfrutando, sigo caminando con Ustedes desde Boynton Beach.